Brillo
Setenta pestañas resguardan mi beatitud.
Apenas pasaron dos días y tus párpados destrozaron el silencio,
clamaron risas, llantos, bendiciones.
Después de una semana tu reloj se convirtió en el mío
y así, todas tus manías reedificaron lo que fui.
Produces rubor en el interior de cualquiera que te observa,
y tu mirada, ¡precioso regalo!
llena y vuelca cualquier necesidad de amor.
Santifico tu llegada, a pesar de mi incredulidad,
volvemos a encontrarnos, después de aquellos imperceptibles encuentros
en oscuridad y confusión,
en mis sueños, mi vientre y tu ser.
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